jueves, 30 de septiembre de 2010

Depende del capitán

He estado meditando en estos días, en medio de tantas cosas que asaltan a cualquiera, entre política, trabajo, charlas mundanas y otro tanto de entretenimientos que el siglo de hoy nos ofrece, es muy fácil sentarse a conversar con los mundanos, como Pedro y terminar negando de donde vienes y a quien le serviste. Es motivo de llanto amargo cuando nos damos cuenta que hemos negado la efectividad de Cristo, e incluso hemos dudado de la forma que nos dirige. Si bien él está al mando, ¿qué debe preocuparme entonces?.
Mi mayor deseo debe ser aprender a aceptar la voluntad de Dios, más allá de lo que opine o crea, él sabe muy bien hasta donde ha de llegar este barco donde él es el capitán, así que soltaré y timón y lo dejaré guiar, si bien sé que las corrientes se dirigen hacia sitios equivocados, mi capitán sabe bien hacia donde se dirige, así que sólo espero que los vientos que dirigen esas corrientes no terminen arrojándome fuera de este barco, porque sé que mi capitán es fiel y sólo él puede salvarme y llevarme a un lugar seguro en medio de todas esta agua revueltas. Dios les guarde

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